Felices Pascuas de Resurrección

Felices Pascuas de Resurrección

domingo, 2 de marzo de 2014

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VIII (P.José Mª Domènech Corominas SDB)


Dios nos cuida siempre, en todo momento; pero necesita nuestra confianza y fidelidad, pues, de lo contrario, no puede hacer nada, ni con todo su Amor.
Is. 49, 14-15:    Sión decía: “El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí.” ¿Se olvida una madre de su criatura; no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, yo o te olvidaré!
Salmo 612-3.6-9Sólo en Dios descansa mi alma
1Cor. 4, 1-5:      Los hombres deben considerarnos como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel... Mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor. Él... manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.
Mt. 6, 248-34:  Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. Por eso les digo: no se inquieren por su vida... ni por su cuerpo... ¿No vale, acaso, más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo... el Padre que está en el cielo, los alimenta. ¿No valen Uds. más que ellos?... Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer... Si Dios viste así la hierba de los campos,... ¡cuánto más hará por Uds., hombres de poca Fe! No se inquieten entonces,... Son los paganos los que van detrás de esas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que Uds. las necesitan. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura... A cada día le basta su aflicción.»
¿Qué hay más importante que la dignidad de la persona humana, manifestación de la grandeza del Amor de Dios? ¿De dónde nos vino esa dignidad? ¿Quién es su garante? ¿Qué importancia le damos?
Si Dios deja de ser el centro real de la vida, lo demás se desfigura; ¡estamos perdidos! ¿No lo vemos?
La maternidad de Dios le impide abandonarnos; pero su respeto a nuestra dignidad no le permite imponérsenos. Al final, la decisión de quién es cada uno en la concreta realidad la imponemos nosotros. Lo trágico llega cuando lo decidido por nosotros no encaja con la realidad objetiva, pues ésta no perdona errores: lo que es, es. Decía Lenin: “Solo un tonto niega la realidad objetiva¿Qué hacemos nosotros?
Jesús es claro: no podemos servir a dos señores; la realidad lo demuestra. Nuestra Fe ¿por dónde va? ¿A quién adoramos nosotrosde verdad’? ¿Cuál es el interés mayor de nuestra vida: con qué la alimentamos, qué celebramos en ella, quién o quiénes son nuestros maestros, qué es lo que más nos preocupa?
¿Qué significa para cada uno de nosotros el Reino de Dios y su Justicia? ¿Buscamos en serio vivirlo?
Dios nos lo ha confiado todo: la vida, el mundo, la Comunidad humana, ¿somos fieles administradores o corrompemos nuestra Fe y vida con la codicia –que desfigura toda verdad– y con oraciones y celebraciones muy centradas en nosotros mismos, y poca atención a la Palabra de Vida que Él siempre nos ofrece?
Se acerca la Cuaresma, momento para revisar nuestras actitudes y reorientarnos a lo vital para la Fe.

Dios jamás se olvida de nadie, aunque algunas veces no lo tengan en cuenta, pues es Padre-Madre

¿A qué comparar el Amor de Dios y su interés personal por cada uno de nosotros? Aquí el profeta trata de animar a los desterrados y lo compara con la cercanía y el interés cariñoso de una madre atenta.
Jamás somos olvidados por Dios, aunque nos lo parezca: Él nos rodea con su Amor, aun viviendo alejados. El pecado nos hace creer que Dios es como nosotros y eso es radicalmente falso: ¡Dios es Dios!

Lo básico en la vida es la vida misma y sus criterios; no lo que se tenga, sino la vida que se dé con ello.

San Pablo desea llevarnos a entender que nuestra decisión de ser discípulos-evangelizadores debe hacernos crecer en fidelidad al Señor y no dar demasiada importancia a críticas que no tengan que ver con esto. El que no escucha a Dios en Cristo Jesús no puede comprender y vivir los criterios de la Fe.
Sentirse bien ante los demás no garantiza que Dios esté satisfecho de nosotros, por eso, sólo a Él hay que escuchar con absoluta disponibilidad: sólo Él es medida del bien en nuestra vida o de su ausencia.

La vida dividida, es una vida perdida: lo importante es prestar atención a lo permanente y sustancial

Dios nos pide amor absoluto: lo que compartamos con otro ‘dios’ nos separa de Dios y su Salvación.
El cristiano o es un apasionado de Dios –locamente entregado a amarnos hasta dar su propia vida por nuestra salvación– o no es cristiano de verdad, sino un infeliz ser dividido entre dos ‘supuestos’ amores.
Amar a Dios significa confiar absolutamente en Él: vivir seguros de su Providencia y totalmente a su disposición, sin medias tintas, aun viéndonos débiles y caídos. Jesús nos lo muestra en su Pascua.
Pidamos a María ser discípulos fieles de Jesús, totalmente apoyados en el Amor providente del Padre.