Dios nos cuida siempre, en todo momento; pero necesita
nuestra confianza y fidelidad, pues, de lo contrario, no puede hacer nada, ni
con todo su Amor.
Is. 49, 14-15: Sión decía: “El Señor me abandonó, mi Señor
se ha olvidado de mí.” ¿Se olvida una madre de su criatura; no se compadece del
hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, yo o te olvidaré!
Salmo 612-3.6-9: Sólo en Dios descansa mi alma
1Cor. 4, 1-5: Los
hombres deben considerarnos como servidores de Cristo y administradores de los
misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea
fiel... Mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi
juez es el Señor. Por eso no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el
Señor. Él... manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces
cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.
Mt. 6, 248-34: Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se
interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios
y al Dinero. Por eso les digo: no se inquieren por su vida... ni por su cuerpo...
¿No vale, acaso, más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren
los pájaros del cielo... el Padre que está en el cielo, los alimenta. ¿No valen
Uds. más que ellos?... Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin
fatigarse ni tejer... Si Dios viste así la hierba de los campos,... ¡cuánto más
hará por Uds., hombres de poca Fe! No se inquieten entonces,... Son los paganos
los que van detrás de esas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que
Uds. las necesitan. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo
demás se les dará por añadidura... A cada día le basta su aflicción.»
¿Qué
hay más importante que la dignidad de la persona humana, manifestación de la grandeza del Amor de
Dios? ¿De dónde nos vino esa dignidad?
¿Quién es su garante? ¿Qué importancia le damos?
Si Dios deja de ser el centro
real de la vida, lo demás se desfigura;
¡estamos perdidos! ¿No lo vemos?
La
maternidad de Dios le impide
abandonarnos; pero su respeto
a nuestra dignidad no le permite imponérsenos. Al final, la
decisión de quién es cada uno en la concreta realidad la imponemos nosotros. Lo trágico llega cuando lo decidido
por nosotros no encaja con la realidad objetiva, pues ésta no perdona errores: lo que es, es. Decía Lenin: “Solo un
tonto niega la realidad objetiva” ¿Qué hacemos nosotros?
Jesús es claro: no podemos servir a dos señores; la
realidad lo demuestra. Nuestra Fe
¿por dónde va? ¿A quién adoramos nosotros ‘de verdad’? ¿Cuál es el interés mayor de
nuestra vida: con qué la alimentamos, qué celebramos en ella,
quién o quiénes son nuestros maestros, qué es lo que más nos preocupa?
¿Qué
significa para cada uno de nosotros el Reino de Dios y su Justicia? ¿Buscamos
en serio vivirlo?
Dios nos lo ha confiado todo: la vida, el mundo, la Comunidad humana, ¿somos fieles administradores o corrompemos
nuestra Fe y vida con la codicia
–que desfigura toda verdad– y con oraciones y
celebraciones muy centradas en nosotros mismos, y poca atención a
la Palabra de Vida que Él siempre nos ofrece?
Se
acerca la Cuaresma, momento para revisar nuestras actitudes y reorientarnos
a lo vital para la Fe.
Dios
jamás se olvida de nadie, aunque algunas veces no lo tengan en cuenta, pues es
Padre-Madre
¿A qué comparar el Amor de Dios y su interés personal por cada uno de nosotros?
Aquí el profeta trata de animar a los desterrados y lo compara con la cercanía
y el interés
cariñoso de una madre atenta.
Jamás
somos olvidados por Dios, aunque nos lo parezca: Él nos rodea con su Amor, aun viviendo
alejados. El pecado nos hace creer que Dios es como nosotros y eso es radicalmente
falso: ¡Dios es Dios!
Lo básico en la vida es la
vida misma y sus criterios; no lo que se tenga, sino la vida que se dé con ello.
San
Pablo desea llevarnos a entender que nuestra decisión de ser discípulos-evangelizadores debe hacernos crecer
en fidelidad al Señor y no dar demasiada importancia a críticas que
no tengan que ver con esto. El que no escucha a Dios en Cristo Jesús no
puede comprender y vivir los criterios de la Fe.
Sentirse bien ante los demás no garantiza que Dios esté satisfecho de nosotros,
por eso, sólo a Él hay que escuchar con absoluta disponibilidad:
sólo Él
es medida del bien en nuestra vida o de su ausencia.
La vida dividida, es una vida
perdida: lo importante es prestar atención a lo permanente y sustancial
Dios
nos pide amor absoluto: lo
que compartamos con otro ‘dios’ nos
separa de Dios y su Salvación.
El cristiano o es un apasionado de Dios –locamente entregado a amarnos
hasta dar su propia vida por nuestra salvación– o no es cristiano de verdad, sino un infeliz ser dividido entre dos ‘supuestos’ amores.
Amar a Dios significa confiar absolutamente en Él: vivir
seguros de su Providencia y totalmente a su disposición, sin
medias tintas, aun viéndonos débiles y
caídos. Jesús nos lo muestra en
su Pascua.
Pidamos a María ser discípulos fieles de Jesús,
totalmente apoyados
en el Amor providente del Padre.