CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD / ORDINARIO – DOMINGO I
BAUTISMO DEL SEÑOR (P. José María Doménech SDB)
La Salvación es efectiva en mí, si reconozco con sinceridad
el pecado. Jesús así lo asumió porque era lo justo y eso dio absoluta libertad
a Dios en Él
Is. 42, 1-4.6-7: Este es mi servidor, a quien yo
sostengo..., en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él
para que lleve el derecho a las naciones. Él... no levantará la voz ni la hará
resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que
arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no... se desalentará hasta
implantar el derecho... y las costas lejanas esperarán su Ley. Yo, el Señor, te
llamé..., te sostuve..., te formé y te destiné a ser alianza..., luz de las
naciones para abrir los ojos a los ciegos, para hacer salir de la prisión a los
cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
Salmo 281-4.9-10: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hch. 10, 34-38: Pedro...
dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas y que...
todo el que le teme y practica la justicia es agradable a Él. Envió su Palabra
al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena Noticia de la Paz por medio de
Jesucristo, que es el Señor de todos. Uds. saben bien lo que ha ocurrido en
toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder.
Él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en el poder del
demonio, porque Dios estaba con Él.»
Mt. 3, 13-17: Jesús... desde Galilea... se presentó a
Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía diciéndole: «Soy yo el que
tiene necesidad de ser bautizado por Ti...» Pero Jesús le respondió: «Ahora
déjame hacer esto porque es lo justo.»... Apenas fue bautizado, Jesús salió del
agua. En ese momento se abrieron los cielos y vio al Espíritu Santo de Dios
descender como una paloma y dirigirse hacia Él. Y se oyó una voz del cielo que
decía: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi
predilección.»
Dentro del ambiente de propio de la Epifanía, celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, que nos abre a lo que
la liturgia llama “Tiempo Ordinario”, porque ocupa los domingos que no
están en Navidad, en Cuaresma o en Pascua. Es una fiesta en la que se
manifiesta la persona de Jesús, como el Hijo predilecto del Padre,
el ungido por el Espíritu, el Mesías que nos ofrece la Salvación de
Dios para ser sus hijos.
El que hoy iniciamos, es un tiempo
en el que aprendemos a mirar al Señor Jesús como los apóstoles, que, escuchando
a Juan, le siguieron. La pregunta
clave de ellos fue: “Maestro,
¿dónde vives?” y, según el texto, se quedaron con Él; le
escucharon, se entusiasmaron y compartieron
con otros lo recibido.
La Fe cristiana requiere experiencia viva con
el Maestro. Sin eso, no es posible vivir la Fe, ésta se reduce a
unos elementos religiosos que no transforman la vida, pues no
la logran de mover desde dentro.
Jesús seduce,
porque se dejó seducir por Dios, Amor
Misericordioso. Hacerse bautizar significaba reconocer que se estaba
inmerso en un mundo de pecado, aunque personalmente no lo aceptara. Lo
justo era vivir dispuesto –también Él– a la Misericordia redentora que
Dios le pedía manifestar. Eso le abre a
la unción de Dios con su Espíritu y lo envía
como testigo del Amor Misericordioso, que Él vive íntimamente.
La
misión de Jesús es para el bien de todos los pueblos, comenzando
por el suyo. La transformación de la
vida interior es signo de la
presencia de la Salvación de Dios que, a veces, comienza con una curación;
pero no siempre es así: los apóstoles
no fueron curados por Jesús, sino llamados para vivir
con Él.
El Mesías
vive con el Espíritu de Dios que le llama a dar a todos el Amor hecho justicia
misericordiosa
Los pueblos hallan en el siervo de Dios al que ofrece la justicia como misericordia que comprende, guía y salva.
La tarea nunca será fácil, pues ahí está el pecado, pero el Señor le ayuda con su Espíritu.
Nos toca
a nosotros,
como Cristo, ser testigos hoy y aquí, de la alegría de la justicia-salvación
de Dios.
La Salvación nos llega porque
Jesús vivió del todo consagrado a la Misericordia de Dios, que nos sana
La vida de Jesús orienta la nuestra. Él bautizado en el Espíritu y nosotros,
en Él, recibimos el Espíritu.
La fuerza del Espíritu lo lleva a vivir totalmente al
servicio de la vida y la paz de los que le rodean.
El maligno, movido por su maldad, nunca cede en
sus ataques, pero con el Espíritu de
Jesús, que viene del Amor del Padre y del Hijo, jamás sucumbiremos; lo necesario es que vivamos siempre dóciles a Él.
Jesús es el amado del Padre
porque se pone a su disposición para el bien de todos: ¡es nuestra vocación!
El bautismo de Juan significa personal voluntad de cambiar de vida: volver a Dios dejando todo
pecado.
Jesús se bautiza poniendo toda su vida al servicio de Dios y –abierto
a lo que Él le pida– superar el ambiente de pecado. Es la misión de todo bautizado, que se hace uno con Cristo y su Misión salvífica.
En nuestro
bautismo el Padre nos asumió como sus
hijos predilectos. ¿Crecemos en la Fe cada día?
Pidamos a María, Maestra de
vida de Jesús, que nos ayude a crecer en fidelidad a nuestro
bautismo.
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