Reflexión
dominical 08.01.12
“Veneremos
este día santo honrado con tres prodigios:
Hoy la estrella
condujo a los magos al pesebre. Hoy el agua se convirtió en vino en las
bodas de Caná. Hoy Cristo fue
bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos”.
Esta
es la antífona de las segundas vísperas de la Epifanía del Señor.
La
palabra “teofanía” se emplea frecuentemente en la Sagrada Escritura
para hablarnos de las “manifestaciones de Dios”. Epifanía es una palabra
similar ya que etimológicamente significa “manifestación de arriba” y por tanto
también manifestación del Señor.
Esta
fiesta llamada por la liturgia “Epifanía del Señor” incluye pues las tres
manifestaciones de Dios en Cristo.
Hablemos
de ellas.
La
primera es la del día en que los magos de oriente, iluminados por una estrella
especial, llegaron a Jerusalén buscando al Mesías recién nacido.
Sabemos
que se fueron a la capital, Jerusalén, pensando que allí estaría el Mesías recién
nacido.
Aquél
fue el momento que Dios escogió para hacer que los grandes de Israel se enteraran
del misterio que los pastores habían conocido la misma noche del nacimiento de
Jesús y ahora lo proclamaban los magos de oriente. Éstos vienen movidos por el Espíritu Santo,
que quiso acercar a los gentiles hasta el Salvador del mundo, para que se
supiera que Jesús venía no sólo para Israel sino también para todos los seres
humanos.
El
Evangelio los llama magos y no reyes y no dice cuántos eran.
La
tradición, sin embargo, pone tres personajes, seguramente que por el número de
dones que ofrecieron a Jesús, oro, incienso y mirra. Incluso se les llegó a dar
el nombre de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Por
lo demás el Evangelio siempre es escueto y también en este relato. Lo más
importante es:
“Entraron
en la casa, vieron al niño con María, su madre y, cayendo de rodillas lo
adoraron”.
La
segunda epifanía que recordamos en estos días, según la antífona que meditamos,
es la de las bodas de Caná.
Jesús
responde a la petición de María, su Madre, convirtiendo el agua que contienen
las grandes tinajas, en vino generoso y así “en Caná de Galilea, Jesús comenzó
sus milagros, manifestó su gloria y
sus discípulos creyeron en Él”.
Esta
es, pues, la segunda epifanía que va precedida de la palabra “hoy”.
La
tercera se da en el río Jordán después que Juan bautizó a Jesús, no con un
sacramento sino con un bautismo de penitencia y conversión.
El
Evangelio del día nos lo cuenta así:
Juan
proclama a la multitud “detrás de mí viene el que puede más que yo y yo no
merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo he bautizado con agua pero
él os bautizará con Espíritu Santo.
Por
entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el
Jordán.
A
penas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como
una paloma. Se oyó una voz del cielo:
“Tú
eres mi hijo amado, mi predilecto”:
Esta
tercera epifanía es una manifestación de la Trinidad Santa en el momento en
que Jesús comienza su vida pública:
El
Padre habla, el Hijo en el río y el Espíritu Santo bajo el signo de una paloma.
Estos
son los misterios que celebramos en estos últimos días del tiempo de Navidad.
Unas
fiestas movibles que este año para nosotros se han repartido así:
La
fiesta de los magos, el día 8 de enero, el bautismo de Jesús al día siguiente y
el relato de las bodas de Caná lo presentará la liturgia más adelante, durante
el tiempo ordinario.
Lo importante en estas manifestaciones de Dios es que Dios cumple sus promesas de salvar la humanidad.
Lo importante en estas manifestaciones de Dios es que Dios cumple sus promesas de salvar la humanidad.
Se
repite hoy porque para Dios todo es
un presente, un hoy de misericordia
infinita que nos trae la salvación a los hombres de todos los tiempos.
Aprovechemos
estas manifestaciones de Dios para agradecerle y repetir gozosamente: Dios ha
visitado a su pueblo y hemos visto su gloria.
José
Ignacio Alemany Grau, Obispo
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