Felices Pascuas de Resurrección

Felices Pascuas de Resurrección

martes, 18 de agosto de 2009

San Juan Bosco “El Padre y Maestro de la juventud”


El Presbítero, Padre y Maestro de la juventud, fundador de la Sociedad de San Francisco de Sales, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y los Salesianos Cooperadores, nació en el 16 de Agosto de 1815 en I Becchi, demarcación de Murialdo, aldea de Castelnuovo (hoy Castelnuovo Don Bosco).
Hijo de humildes y sencillos padres campesinos, buenos y, sobre todo, muy cristianos. A los dos años quedó huérfano del padre.
Margarita, su buena y santa madre, era iletrada, pero muy inteligente y sabía de memoria muchos pasajes de la Historia Sagrada y del Evangelio. Creía en la necesidad de rezar, esto es, de comunicarse continuamente con Dios, para tener la fuerza necesaria para vivir según la Voluntad de Dios y hacer el bien.
Es así, que Juanito Bosco recibió de ella una profunda educación cristiana basada en la fe y en la práctica coherente del mensaje evangélico, así como un gran amor a la Santísima Virgen María, junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Todo esto quedó profundamente impreso en su alma. Su madre le enseñó las oraciones. Le hacía ponerse de rodillas con sus hermanos por la mañana y por la noche y todos juntos rezaban. El sacerdote vivía lejos, por lo que resultaba difícil ir a aprender el Catecismo con él, por lo que Mamá Margarita les enseñaba todo lo que debían saber.
Desde muy pequeño demostró poseer grandes y extraordinarias cualidades nada comunes. Era agradable, simpático, perspicaz, agudo, inteligente, trabajador; cualidades que supo aprovechar para entretener a los de su edad con juegos que alternaba con la oración y la instrucción religiosa.
Una de las primeras prácticas religiosas, en las que Juanito Bosco participó fue el Rosario. Era por entonces, la oración de la tarde de todos los cristianos. Las familias se reunían para repetir cincuenta veces el Ave María evocando en cada una de ellas a sus hijos, a los campos, a la vida y a la muerte.
Juan quería estudiar. Mamá Margarita, que deseaba favorecerlo en este su deseo, encontró oposición decidida, y a veces violenta, de Antonio, hermanastro de Juan. Para tratar de aquietar las cosas, con el corazón destrozado, le manda entonces a trabajar durante 20 meses como criado en la granja de la familia Moglia (1828-1829) Solo después de que Antonio adquirió su autonomía, mamá Margarita tuvo la posibilidad de mandarlo a la escuela pública de Castelnuovo (1871) y luego a Chieri, donde pasará diez años (1831-1841). Cuatro en Escuela Pública y seis en el Seminario Mayor. Aquél fue para Margarita un periodo finalmente tranquilo, feliz, lleno esperanza.
Antes de ingresar al Seminario, para estudiar, tiene que hacer mil oficios para ganarse el pan y pagarse los estudios: guardián de vacas, campesino, carpintero, sastre, peluquero, mozo de café, pastelero, zapatero, etc.
Las dificultades no le hacen perder en ningún momento la alegría. Incluso funda con sus compañeros un club llamado “La sociedad de la alegría”.
Cuando llegó a recibir la sotana, su madre, aquella santa mujer, le dijo con voz cariñosa pero con una gran firmeza: “Puedes imaginarte, hijo mío, la gran alegría que embarga mi corazón, pero, por favor, no deshonres nunca este hábito. Sería mejor que lo abandonaras... Cuando viniste al mundo te consagré por entero a la Virgen María; cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna devoción hacia ella; ahora te encarezco que seas todo de ella... Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre su devoción...” Don Bosco no olvidará estas recomendaciones.
Ordenado sacerdote, tomó como programa de vida el lema: “Da mihi animas, coetera tolle” (Dame almas y llévate todo lo demás) y empezó su apostolado con los jóvenes más pobres, para los que fundó, más adelante, un Oratorio al que puso bajo el patrocinio de San Francisco de Sales.
Su vida la gasta enteramente para salvar a los jóvenes. “Toda mi vida, hasta el último respiro, será para ustedes", dice a sus muchachos, quienes se sienten profundamente amados por él.
En 1875 envía a sus primeros misioneros a las tierras de la Patagonia Argentina. Desde entonces, cada año el superior mayor del momento, desde la Basílica de María Auxiliadora de Turín, ha enviado misioneros al mundo entero. Actualmente son 130 los países que, en los 5 continentes, respiran el Espíritu Salesiano. Unos 16 mil quinientos salesianos mantienen viva la llama encendida por el pastorcito de I Becchi.
Fuente de su actividad incansable y de la eficacia de su acción fue su Caridad Pastoral, alimentada por una unión constante con Dios y una confianza ilimitada en María Inmaculada y Auxiliadora, a la que veía como inspiradora, maestra y apoyo de toda su obra.
A sus hijos, los salesianos, les dejó como herencia una forma de vida sencilla, pero solidamente cimentada en las virtudes cristianas, sintetizadas en el binomio “Trabajo y templanza”, esta forma de vida se llama Espiritualidad Salesiana, que es, en sí misma, juvenil y pedagógica.
Buscó entre sus jóvenes a sus mejores colaboradores y con ellos dio origen, en 1857, a la Sociedad de San Francisco de Sales. Años después, con Santa María Domínica Mazzarello fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
Antes de su muerte, acaecida el 31 de enero de 1888, vio su obra extendida por varias naciones del mundo.

domingo, 2 de agosto de 2009

Parte de la homilía del P. Manuel Rosas Castillo en la Misa por el día del Maestro


Con motivo de celebrarse en el día 06 de julio día del maestro, en el Colegio Hogar San Antonio el día viernes 05, se celebró una Misa de acción de gracias, seguida de una Academia literario-musical y finalmente un almuerzo de confraternidad.
Durante la celebración Eucarística el Padre Manuel Rosas Castillo se refirió a la noble misión del Maestro y al rol fundamental en la sociedad. Les ofrecemos una parte de su homilía
…Sabemos que cosa es lo que quería Dios, cuando en un determinado momento permitió que el camino de nuestra vida se cruzara con el camino de tantos niños y la influencia que vamos a tener en cada uno de ellos. Se nos ha dado la oportunidad maravillosa de intervenir en un momento determinado en la vida de ellos y ese momento puede servir para que crezcan, para que se desarrollen, para que llegue a ser en verdad grandes, pero se corre el riesgo, también, de si no lo advertimos, marcar a algún alumno, y de esa manera disminuir sus posibilidades para el futuro.
Cuanto cansancio, cuantas horas tienen que dedicar el Maestro. No son solamente los años de formación, es la formación cotidiana y no solamente en el plano intelectual, sino principalmente el aspecto humano. El maestro empieza en su condición de hombre o en su condición de mujer en el cuidado que tiene para desarrollarse en esa concepción de que somos seres no terminados, el hombre “infieri”, del que hemos hablado tantas veces, el hombre que se va haciendo día a día. El hombre que es una mina; que tiene un montón de posibilidades y de cualidades, que tiene que desarrollarlas, y que tiene que llegar a ser tan grande, absolutamente tan grande como las posibilidades que tiene dentro.
La vida no es fácil. Nosotros vemos a nuestros maestros. Los vemos sonrientes los vemos alegres los vemos preocuparse por nuestros problemas, por nuestras dificultades; pero no sabemos lo que están pasando ellos. Cada uno tiene su vida y la vida veces es dura, la vida a veces golpea fuerte y la vida puede en determinados momentos apagar la ilusión, apagar la esperanza. y cuando eso ocurre se causa un daño irremediable en el corazón, en el alma del maestro. Si hay algo que tiene que cuidar el maestro, es que jamás se apague esa luz de ilusión, esa rebeldía innata contra los golpes del destino; esa capacidad para decir no me rendiré, no me doblegaré. Jamás hincaré mis rodillas, sino ante Dios, esa capacidad para superar las amarguras que a veces nos traer la vida cotidiana y seguir manteniendo el optimismo y la esperanza; tarea en la cual nos ayuda el contacto con los niños, el contacto con los jóvenes; el ver como en cada uno de ellos Dios le da una nueva oportunidad a la humanidad.
Los niños y los jóvenes o la sonrisa de Dios en la tierra. Son las muestras de un Dios que siguen creyendo en el hombre, que sigue creyendo en una humanidad nueva, en una humanidad distinta, en una humanidad mejor y nos involucra a nosotros, a los maestros en esa tarea, en esa tarea de crear ese mundo; pero para eso somos guerreros, guerreros preparados para enfrentar todas las cosas que nos vengan encima. Guerreros capaces de superar una y otra vez el cansancio, el desaliento. Guerreros capaces de lanzar el alarido para animar a todos los demás a volver empezar, a recuperar las fuerzas y enfrentar a una vez más, otra vez ; así hasta que la muerte nos sorprenda en ese esfuerzo para hacer, para construir una sociedad mejor, un mundo mejor, un país mejor, una ciudad mejor, una juventud mejor, ese cuidado que debemos tener para que nuestra alma jamás se llene de oscuridad, para que jamás el rencor, para que jamás el odio, para que jamás las bajas pasiones se apodera de nosotros mismos…
El cerebro humano está diseñado para olvidar, porque olvidar es una condición fundamental para poder aprender. El cerebro desecha o acumula en un lugar que podríamos decir el inconsciente, acumula aquello que no es relevante en ese momento. Hay cosas que nosotros olvidamos para poder seguir aprendiendo; pero lo que no se puede olvidar son las actitudes que nos enseñaron, lo que aprendimos de la figura del maestro. No tanto de sus palabras. Yo puedo acordarme no necesariamente las palabras de mi maestro, pero si puedo acordarme de su porte, que era todo un mensaje de integridad, de honestidad, de verdad, de valores vividos y eso es lo que se internaliza, eso es lo que queda en el alma de nuestros niños, en el alma de nuestros jóvenes. Pero la tarea no solamente se agota en la formación humana, el maestro está obligado por lo delicado de su misión a una constante actualización, una constante formación.

Parte de la homilía del P. Manuel Rosas Castillo en la Misa por el día del Maestro


Con motivo de celebrarse en el día 06 de julio día del maestro, en el Colegio Hogar San Antonio el día viernes 05, se celebró una Misa de acción de gracias, seguida de una Academia literario-musical y finalmente un almuerzo de confraternidad.
Durante la celebración Eucarística el Padre Manuel Rosas Castillo se refirió a la noble misión del Maestro y al rol fundamental en la sociedad. Les ofrecemos una parte de su homilía
…Sabemos que cosa es lo que quería Dios, cuando en un determinado momento permitió que el camino de nuestra vida se cruzara con el camino de tantos niños y la influencia que vamos a tener en cada uno de ellos. Se nos ha dado la oportunidad maravillosa de intervenir en un momento determinado en la vida de ellos y ese momento puede servir para que crezcan, para que se desarrollen, para que llegue a ser en verdad grandes, pero se corre el riesgo, también, de si no lo advertimos, marcar a algún alumno, y de esa manera disminuir sus posibilidades para el futuro.
Cuanto cansancio, cuantas horas tienen que dedicar el Maestro. No son solamente los años de formación, es la formación cotidiana y no solamente en el plano intelectual, sino principalmente el aspecto humano. El maestro empieza en su condición de hombre o en su condición de mujer en el cuidado que tiene para desarrollarse en esa concepción de que somos seres no terminados, el hombre “infieri”, del que hemos hablado tantas veces, el hombre que se va haciendo día a día. El hombre que es una mina; que tiene un montón de posibilidades y de cualidades, que tiene que desarrollarlas, y que tiene que llegar a ser tan grande, absolutamente tan grande como las posibilidades que tiene dentro.
La vida no es fácil. Nosotros vemos a nuestros maestros. Los vemos sonrientes los vemos alegres los vemos preocuparse por nuestros problemas, por nuestras dificultades; pero no sabemos lo que están pasando ellos. Cada uno tiene su vida y la vida veces es dura, la vida a veces golpea fuerte y la vida puede en determinados momentos apagar la ilusión, apagar la esperanza. y cuando eso ocurre se causa un daño irremediable en el corazón, en el alma del maestro. Si hay algo que tiene que cuidar el maestro, es que jamás se apague esa luz de ilusión, esa rebeldía innata contra los golpes del destino; esa capacidad para decir no me rendiré, no me doblegaré. Jamás hincaré mis rodillas, sino ante Dios, esa capacidad para superar las amarguras que a veces nos traer la vida cotidiana y seguir manteniendo el optimismo y la esperanza; tarea en la cual nos ayuda el contacto con los niños, el contacto con los jóvenes; el ver como en cada uno de ellos Dios le da una nueva oportunidad a la humanidad.
Los niños y los jóvenes o la sonrisa de Dios en la tierra. Son las muestras de un Dios que siguen creyendo en el hombre, que sigue creyendo en una humanidad nueva, en una humanidad distinta, en una humanidad mejor y nos involucra a nosotros, a los maestros en esa tarea, en esa tarea de crear ese mundo; pero para eso somos guerreros, guerreros preparados para enfrentar todas las cosas que nos vengan encima. Guerreros capaces de superar una y otra vez el cansancio, el desaliento. Guerreros capaces de lanzar el alarido para animar a todos los demás a volver empezar, a recuperar las fuerzas y enfrentar a una vez más, otra vez ; así hasta que la muerte nos sorprenda en ese esfuerzo para hacer, para construir una sociedad mejor, un mundo mejor, un país mejor, una ciudad mejor, una juventud mejor, ese cuidado que debemos tener para que nuestra alma jamás se llene de oscuridad, para que jamás el rencor, para que jamás el odio, para que jamás las bajas pasiones se apodera de nosotros mismos…
El cerebro humano está diseñado para olvidar, porque olvidar es una condición fundamental para poder aprender. El cerebro desecha o acumula en un lugar que podríamos decir el inconsciente, acumula aquello que no es relevante en ese momento. Hay cosas que nosotros olvidamos para poder seguir aprendiendo; pero lo que no se puede olvidar son las actitudes que nos enseñaron, lo que aprendimos de la figura del maestro. No tanto de sus palabras. Yo puedo acordarme no necesariamente las palabras de mi maestro, pero si puedo acordarme de su porte, que era todo un mensaje de integridad, de honestidad, de verdad, de valores vividos y eso es lo que se internaliza, eso es lo que queda en el alma de nuestros niños, en el alma de nuestros jóvenes. Pero la tarea no solamente se agota en la formación humana, el maestro está obligado por lo delicado de su misión a una constante actualización, una constante formación.